En el Día Mundial de la Tierra:

Educación y alfabetización ambiental para un mejor futuro

Educación y alfabetización ambiental para un mejor futuro
Prof. Dr. Carlos Manzano
Prof. Dr. Carlos Manzano

La biósfera es la fuerza geológica más importante de nuestro planeta que, utilizando la energía proveniente del cosmos, transporta, procesa, y recicla millones de toneladas de material todos los años. De esta forma, ha transformado a nuestro planeta desde que hizo su primera aparición, en forma de organismos unicelulares, hasta los seres complejos que lo habitamos hoy en día.

Los seres humanos somos parte de esta fuerza planetaria, pero hay cosas que nos hacen especiales. Somos animales racionales, decía Aristóteles hace más de dos mil años, y de hecho desde que aprendimos a escribir hemos documentado y argumentado sobre lo tan especiales que somos. La creación de los primeros asentamientos humanos permanentes, la agricultura, la industrialización, son algunos ejemplos de cómo nosotros hemos sido parte de esta fuerza transformadora del planeta, para bien o para mal. Sin embargo, hay algo más profundo que nos hace distintos: esa capacidad de dar valor simbólico a ciertos objetos, esa capacidad de cooperación, la capacidad de abstracción, y sobre todo la capacidad de razonar sobre el estado mental y bienestar de otros.

¿Podemos considerar a esas características tan especiales de los seres humanos como parte también del sistema Tierra y de la misma naturaleza? A muchos nos gusta pensar que sí. Estas cualidades, que son un poco más difíciles de medir, son un componente más de nuestro sistema Tierra que tiene la fuerza suficiente para afectar al resto del sistema: atmósfera, litósfera, hidrósfera. Es esta misma racionalidad humana la que ha establecido la creación de las ciencias ecológicas y ambientales como las conocemos hoy en día, y la que nos puede proporcionar y marcar el camino del desarrollo sustentable que necesitamos.

En este día de la Tierra, es necesario enfocarnos en desarrollar este componente y reforzar una de las herramientas más infravaloradas y poco financiadas que tenemos para enfrentar y adaptarnos a la crisis climática que vivimos: la educación y alfabetización ambiental.

Invertir realmente en educación prepara a las generaciones futuras para adaptarse a las condiciones siempre cambiantes del planeta, y la tecnología e investigación nos puede ayudar a generar sociedades más resilientes ante desastres ambientales o fenómenos extremos. Aquí se encuentra la esperanza de generar la masa crítica necesaria para que las políticas de mitigación y adaptación sean una realidad, las salas de clase y las familias representan nuestro campo de batalla para poder mejorar nuestras perspectivas de vida en este planeta cambiante. Se trata de adaptarnos para sobrevivir.

Muchos de estos esfuerzos se ven truncados por el dilema planteado entre desarrollo y ambientalismo. Pero aquí también entra en acción esa esfera de reflexión, conocimiento y tecnología, pues el avance científico de hoy nos permite abrazar estos dos objetivos de manera conjunta. “El optimista es un pesimista mal informado” se suele decir. Pero elijo creer que el desarrollo científico, sumado a la capacidad reflexiva y de cooperación que nuestra especie ha demostrado, nos van a llevar a un mejor futuro.

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